La Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo

La Transfiguración del Señor

        Esta experiencia de Jesús con tres de sus discípulos ha de ser comprendida en varios momentos: Primero, Jesús los selecciona, lleva consigo a un monte y se transfigura en presencia de ellos, revelándoles su Gloria y Poder venidos del Padre. Realmente es una revelación con un mensaje profético, confirmada luego por la voz que se escucha venir del cielo. Además, los discípulos se hallaban a gusto con este Jesús cubierto de gloria, brillante como el sol, tanto como para ofrecer la construcción de unas cabañas para allí morar por más tiempo.

        Pero la misteriosa Voz Celestial les hizo despertar de esta euforia al advertirles lo que habían de hacer durante toda su vida de discípulos: Escuchar a Jesús y seguir sus passos. Y para reforzar esta exhortación del Padre, máxima autoridad, están presentes también Moisés, representante de la ley, y Elías, representante de los profetas, ambos, como autoridades del Antiguo Testamento, habían tenido encuentros excepcionales con Dios sobre un monte.

        Antes de la Transfiguración, Jesús había advertido a sus discípulos sobre la dificultad y dureza de su camino de seguimiento, además habló del rechazo que sufriría por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y letrados. Todo esto vino a disolver la imagen de Mesías que los apóstoles habían formado en su mente hasta entonces, y fue la Transfiguración la que les dio nuevamente un mensaje optimista, devolviéndoles la esperanza y anticipando la futura glorificación de Jesús.

        Este proceso de transfiguración será una constante en la vida de los discípulos de Jesús, pues la voz del Padre invita a vivir la vida de Cristo, a configurarse con Él, y a aceptar incluso las persecuciones por Su causa. Después de todo, el “Transfigurado” también fue entregado y condenado a muerte de cruz.

        La luminosidad de Jesús en aquel monte y la presencia de aquellos Profetas despertó en Pedro, especialmente, una sensación de confort comparable a la de quienes, tras largos años de trabajo y lucha, ansían paz imperturbable y libertad ante las críticas, como una suerte de descanso. Lo que Pedro no esperaba era ser invitado de nuevo por Jesús a descender y vivir la realidad diaria, y, visto más ampliamente, resistir cada día la tentación de refugiarse para siempre en una cabaña, en el monte.

        La Iglesia actual tiene ante sí este reto, después de una Comunión con Dios, no apartarse ni huir, sino transmitirlo a las personas, anunciarles la posibilidad de transfigurarse cada día, recobrando la confianza y la esperanza. Esto último es particularmente importante en una sociedad donde los antivalores han robado mucho, donde la anarquía reina sin posibilidad para el débil defenderse ante las arbitrariedades, y donde la invitación a corromperse (y a otros) está presente hasta en la música que la gente escucha, y que poco a poco, como un taladro, va entrando en su subconsciente y modelando su modo de pensar, actuar, hasta de sentir.

       Incluso en política las personas se han tornado indiferentes, por ya no importarles el modo en que las autoridades administran los recursos públicos, y entonces permiten al caos reinar, tal vez por desaliento, decepción por haber sido robados, por haber presenciado fraudes que quedaron impunes, y si se añade a esto la división de las familias causada por la crisis migratoria, producto a su vez de malas políticas económicas, sociales y educativas, el panorama es aún más desalentador debido a la total indefensión en que se encuentra el ciudadano, el venezolano concretamente.

       Es entonces cuando el mensaje de los discípulos actuales, ministros y sacerdotes, católicos en general, ha de ser claro, esperanzador, inspirador, y sobre todo sustentado en el ejemplo y testimonio de vida y Comunión con Cristo. Es la invitación a reconocer el valor y dignidad de la persona humana como imagen del Padre, y a seguir los pasos de Jesús y configurarse a Su modelo.

        Señor, una vez más estamos juntos, Juntos estamos Tú y yo, Tú y mis hermanos. Tu vida ha penetrado en mi vida. Mi historia es tan banal, tan vacía, tan mediocre. Y ni siquiera tengo historia.

        Y hoy he visto con mis hermanos, con Pedro, Santiago y Juan, tu semblante transfigurado, iluminado, resplandeciente. Tú, Señor Jesús, Tú eres el Dios de toda luz. Tú el Dios de toda claridad y belleza.

        Libremente, alegremente, jubilosamente te suplico, que yo me vaya identificando cada vez más contigo, hasta el punto de poder decir con los apóstoles: “Qué bien estamos, aquí, Señor!”

Xavier Castellanos

Luz Castellanos

Asociados de la Comunidad José Herbretau de San Cristóbal

3 comentarios en “La Transfiguración del Señor”

  1. Agradecemos a nuestros hermanos asociados de San Cristóbal, Xavier y Luz por este artículo que nos ayuda a comprender la transfiguración de nuestro Señor Jesucristo. Bendiciones

  2. Muy bello el atículo sobre la Transfiguración del Señor por nuestros amigos asociados de San Cristóbal. Aquella Luz vino del Cielo, bajó a la tierra para mostrarles a los amigos mas íntimos del Señor todo el poder del Hijo de Dios bajado del Cielo. Felicitaciones.
    Que el Espíritu Santo los siga Iluminando

  3. Gracias Luz y Xavier por compartir este mensaje que nos ayuda a crecer en la fe.
    El Santo Espíritu de Dios nos ilumine y nos guíe en nuestro existir

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