La dimensión pastoral en la formación
Un reto en la formación sacerdotal de hoy
Al hablar sobre la formación a lo largo de todo el recorrido de la formación inicial del candidato y de acuerdo con lo indicado en la Exhortación Apostólica Post-sinodal “Pastores Dabo Vobis” son cuatro las dimensiones que interactúan simultáneamente en el iter formativo y en la vida de los ministros ordenados: “la dimensión humana, que representa la base necesaria y dinámica de toda la vida presbiteral; la dimensión espiritual, que contribuye a configurar el ministerio sacerdotal; la dimensión intelectual, que ofrece los instrumentos racionales necesarios para comprender los valores propios del ser pastor, procurar encarnarlos en la vida y transmitir el contenido de la fe de forma adecuada , y la dimensión pastoral, que habilita para un servicio eclesial responsable y fructífero”. (Pastores Dabo Vobis Cap. 1)
De acuerdo con lo establecido queremos resaltar en este apartado la importancia fundamental que se requiere a la hora de formar pastores idóneos, capaces de responder a las exigencias que conlleva este Ministerio sacerdotal. Es así, como Eudistas herederos de una gran doctrina espiritual y pastoral, estamos cada vez más convencidos de la importancia que requiere formar desde los inicios de la respuesta vocacional a jóvenes que desde su libertad y responsabilidad asuman los desafíos que se nos presentan hoy día en la Iglesia y en el mundo. De tal manera, la nueva Ratio fundamentalis de la formación intensifica muy claramente y de manera exigente que la formación sacerdotal debe estar impregnada de un espíritu pastoral, que los haga capaces de sentir la misma compasión, generosidad y amor por todos, especialmente por los pobres, y la premura por la causa del Reino, que caracterizaron el ministerio público del Hijo de Dios; actitudes que se pueden sintetizar en la caridad pastoral.
De acuerdo con esta invitación, se requiere que nuestros proyectos formativos cada vez más, estén impregnados del Evangelio y sobre todo de las actitudes propias de Jesús Buen Pastor.
Cabe destacar que nuestra Provincia Eudista de Venezuela a lo largo de sus años, se ha caracterizado por ser vanguardia en lo que respecta la formación Pastoral Misionera. Desde esta perspectiva pastoral hemos sido formados en el acontecer de la historia de la Iglesia Venezolana logrando ir asumiendo con convicción sus desafíos, luces y sombras. Nuestra casa de formación desde siempre ha sido protagonista de este proyecto misionero junto a sus formadores y formandos; tarea que se asume con pasión, ya que ayuda a fortalecer el llamado hacia la vida sacerdotal y sobre todo a mantener ese contacto cercano fraterno- humano con nuestra gente sencilla y humilde. Esta experiencia ha marcado el corazón de los que hemos sido llamados a participar en la misión universal de la Iglesia a través de esta hermosa espiritualidad y carisma eudista cargada siempre de ternura, compasión y misericordia por los hermanos más desamparados. Esto lo hemos venido asimilando desde el seguimiento de Jesús como discípulos misioneros, realizando así, la opción de vida que realizó San Juan Eudes de atender a los excluidos de su época. Misión que se expande hoy día en todas nuestras obras Eudistas y sobre todo en la formación inicial de nuestros jóvenes asegurándole así, un tiempo prolongado de experiencia pastoral continua de calidad y sobre todo de cercanía al estilo de Jesús con el pueblo y las comunidades y sectores más necesitados que llevamos a nuestra responsabilidad. No se concibe un eudista que no esté claro e inmerso en un proyecto pastoral, ya que será allí desde donde será capaz de vivir en una comunidad apostólica.
De esta manera, hablar de la dimensión pastoral a lo largo de todo el iter formativo es escuchar con atención toda una rica experiencia de fe y de gracia que se nos ha ofrecido desde los comienzos de nuestra formación inicial y que hoy día se hace necesaria y urgente seguirla fortaleciendo y reforzando a lo largo de toda nuestra formación permanente en las distintas obras donde nos encontramos. Aunque, estamos bastante seguros, conscientes y damos fe del testimonio apostólico de nuestros hermanos Eudistas que aún con empeño, mística y dedicación siguen entregando su vida al servicio de Cristo y de su Iglesia. ¿Qué es lo que se debería fortalecer en esta dimensión formativa desde la formación inicial y permanente? Sabemos que todo no ha sido perfecto, más sin embargo, si hay que saber agradecer las oportunidades que se nos han ofrecido de ser líderes espirituales capaces de responder con libertad a los desafíos que se nos han venido presentando a lo largo del camino. Creo que con espíritu creativo y fiel al Evangelio como Eudistas deberíamos seguir apostando cada vez más, por la opción preferencial por el pobre, que sigue siendo hoy día un grito que emerge desde todas las realidades y sobre todo en los estratos sociales más pobres de nuestra sociedad y qué cada día más se escucha la súplica angustiante de almas que necesitan una voz profética que sea capaz de anunciar y denunciar las injusticias cometidas hoy día en nuestros pueblos y que atentan cada vez más con su dignidad de ser hijos de Dios.
Escuchando siempre y con atención al Santo Padre el Papa Francisco el constantemente invita a “buscar ser siempre una iglesia que encuentre nuevos caminos”; un reto que deberíamos ir asumiendo con propiedad sobre todo, nosotros los llamados por San Juan Eudes los Misioneros de la Misericordia. Pienso, como eudista ¿Qué caminos deberíamos ir abriendo en este acontecer de la historia? ¿Cómo debería ser nuestra pastoral hoy día? ¿A qué periferias geográficas y existenciales deberíamos darle respuesta en medio de tantas necesidades? Interrogantes que van surgiendo cada vez más a la luz de lo planteado por los documentos de formación y que hoy ameritan ser cada vez más actualizados a la luz de tantos retos que amenazan nuestra opción de vida, pero que también la dinamizan con sus contantes provocaciones.
Este tema de la formación pastoral sin duda sigue siendo vigente y merece que se le siga dando un puesto privilegiado de manera integral durante todo el ámbito formativo. No está demás, seguir revisando nuestras pastorales y sobre todo los lineamientos de acción que hemos venido desempeñando en el acontecer del tiempo; un peligro siempre latente es el hacer siempre lo mismo cayendo en la rutina y en la comodidad y no dar respuesta evangélica con criterios de discernimiento a los nuevos desafíos que hoy día se presentan en nuestras parroquias, seminarios y comunidades donde ejercemos nuestra labor pastoral. Creo que cómo Eudistas siempre será un reto responder al estilo de San Juan Eudes, con coraje y valentía y sobre todo con audacia y mística en medio de un pueblo que espera mucho de nosotros como herederos de esta gran experiencia misionera dejada por nuestro santo fundador.
Al hablar de los criterios formativos empleados en el año pastoral de los jóvenes, sin duda habrá que ir clarificando que es lo que se busca como especificidad de este tiempo de formación. Aunque sabemos por experiencia que el joven designado para esta acción pastoral tendrá como primera opción realizar siempre un diagnóstico de análisis de la realidad de la comunidad (parroquia, seminario) junto al incorporado encargado de realizarle su respectivo seguimiento. Y he de allí, el trabajo específico que tendrá que ir realizando aun sin ser ningún experto tendrá que ir enfrentando la realidad y asumirla con espíritu de docilidad en medio de los desafíos presentados. No es nada fácil, siempre surgen temores a la novedad, pero sin duda, son experiencias que marcan de manera muy positiva y significativa nuestra formación y que nos han hecho capaces de seguir respondiendo con fidelidad a la vocación especifica de ser pastores según el corazón de Dios.
Buscamos siempre en este tiempo como finalidad primera, la realización del candidato, de su identificación con Jesucristo Siervo y pastor. Y además, se busca lograr en la práctica pastoral la capacidad requerida en un pastor para relacionarse con los demás de forma fraterna, puesto que está llamado a ser hombre de comunión en el presbiterio y con el pueblo de Dios. La vivencia de esta dimensión pastoral a lo largo de todo el año permitirá al joven candidato llegar a una mayor madurez de la vida espiritual a través del campo de trabajo, organizado y evaluado sistemáticamente por el incorporado encargado, reconociendo esta vocación como don divino. La elección del joven en formación para que asuma este periodo de responsabilidad varía de acuerdo a su proceso personal-vocacional; sin embargo, se sugiere siempre que sea luego de haber concluido sus dos años de estudios teológicos, pero por razones anteriormente descrita, otros lo realizan luego de haber concluido sus estudios filosóficos.
Por ultimo algunas notas importantes sobre la formación permanente.
La Pastores Dabo Vobis exhorta en relación a la formación permanente descubrir su importancia en la dimensión de la identidad ministerial. Plantea que “es un medio necesario para que el presbítero de hoy alcance el fin de su vocación, que es el servicio de Dios y de su pueblo. Esta formación, consiste, en la práctica, en ayudar a todos los sacerdotes a dar una respuesta generosa en el empeño requerido por la dignidad y la responsabilidad que Dios les ha confiado por medio del sacramento del orden; en cuidar, defender y desarrollar su especifica identidad y vocación; es santificarse a sí mismos y a los demás mediante el ejercicio del ministerio” (N°474).
Estas palabras aún vigentes y actuales necesitan ser cada vez más escuchadas con atención y sobre todo asumidas urgentemente en nuestros proyectos formativos. La Nueva Ratio de formación nos dirá de manera muy precisa: “la expresión formación permanente recuerda la idea de que la única experiencia discipular de quienes son llamados al sacerdocio no se interrumpe jamás”(N°80). Invitación que nos recuerda nuestro ser discípulos-misioneros, llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1,3) y con su hijo muerto y resucitado, en la comunión con el Espíritu Santo (2 Cor 13,13). No hay discipulado sin comunión. Esto nos lleva a afirmar que la vocación al discipulado misionero es convocación a la comunión en su iglesia.
De acuerdo con esto, la congregación reconoce muy claramente la necesidad de la formación permanente y busca siempre nuevas formas de acompañamiento que estimule alimentar de manera constante la llama que da luz y calor al ejercicio del ministerio, recordando que “alma y forma de la formación permanente del sacerdote es la caridad pastoral” (Pastores dabo vobis, n°70). Todo un desafío presentado el cual se necesita ir dando respuesta desde nuestra realidad cultural.
Por tanto, es necesario un proyecto que determine los lineamientos por donde seguir ofreciendo esta ayuda, teniendo en cuenta las necesidades primarias y sobre todo realizando un diagnostico que ilumine por dónde emprender este acompañamiento que tanto hace falta en la iglesia. El Itinerario de la formación eudista “formar a Jesús en nosotros” acorde con la Ratio fundamentalis nos plantea de manera muy creativa y dinámica “que esta etapa reviste también un carácter apostólico de acompañamiento de los presbíteros diocesanos como “formador de formadores”, por tanto, su responsabilidad es aún mayor”(Itinerario de la formación Eudista N° 49). Queda de nuestra parte, seguir entendiendo y comprendiendo que la formación permanente es un desafío continuo en medio de un mundo cambiante y dentro de una Iglesia que se renueva continuamente bajo la acción del Espíritu. Nos plantea las Constituciones en el N° 82 “que los Eudistas prosiguen su formación a lo largo de su vida. Renuevan incesantemente su vida espiritual, sus conocimientos y su experiencia pastoral; desarrollan lo mejor posible la caridad de sus relaciones fraternas y los dones recibidos de Dios para ponerlos a su servicio. Para ello la Congregación los ayuda con todas sus posibilidades”.
Que Dios en su infinita bondad nos ayude a seguir discerniendo con su Espíritu, los pasos y acciones que deberíamos ir dando para que nuestros proyectos formativos estén encausados hacia la configuración con Jesucristo Buen pastor. La formación permanente debe ser concreta, en cuanto encarnada en la realidad presbiteral, de modo que todos los sacerdotes puedan asumirla efectivamente, considerando el hecho de que el primer responsable de la formación permanente es el mismo presbítero” (Pastores dabo vobis N°79).
P. Rafael G. Viloria, provincial de Venezuela