Conoce a María des Vallées, la amiga de san Juan Eudes

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María de Vallées nació en la baja Normandía, Su nacimiento tuvo lugar el 15 de febrero de 1590. Su padre era un humilde labrador llamado Julián de Vallées; su madre se llamaba Jacqueline Germain, de la parroquia de Saint Pellerin de Cas, cercana de Carentan. No tuvo instrucción alguna en el lugar de su nacimiento, ni de parte de sus padres, que no eran malvados sino ignorantes, ni de parte de ninguna otra persona. Los que debían ocuparse de la salvación de las almas en dicha parroquia hacían profesión de perderlas y tenían reputación de la mayor maldad y falta de piedad que pueda darse. Por esta causa la ignorancia en el campo de la salvación y los más horribles vicios reinaban en extremo. María fue una gran mística incomprendida de su tiempo. En efecto, muchos la consideraban una persona que estaba fuera de sus cabales y san Juan Eudes tuvo varias dificultades por su relación con ella. Estas dificultades de salud, junto a los permanentes ataques del maligno y de la gente la agobiaron siempre, hasta llevarla a la tumba. Después de fallecida, creció su fama de santa.

Sierva de Dios María des Valléesla santa de Coutances

Nuestro Señor la había escogido desde toda la eternidad para realizar en ella obras grandes. Es decir, desde su nacimiento hasta el tiempo de su posesión que sucedió a los 19 años. Dios la instruyó por sí mismo y en forma maravillosa pues desde los primeros años de su infancia imprimió en su alma todas las virtudes cristianas en alto grado. El Señor le concedió desde entonces grandísimo deseo de seguir en todo y por todas partes su adorabilísima voluntad y lo cumplió siempre y muy fielmente. No tuvo conocimiento de haber faltado alguna vez en ese punto, recurría a la oración y decía: “Dios mío, no deseo otra cosa que hacer tu santa voluntad. Si tal cosa te es agradable dame el medio y la gracia de hacerla. Si no es así aleja mi voluntad de ese asunto y ponme obstáculo.”.

Nuestro Señor la dotó de singular devoción a la bienaventurada Virgen. Recurría a ella en todas sus necesidades. Sobre todo, le suplicaba que la tuviera siempre bajo su protección sobre todo en lo que concernía la pureza y todo aquello que le es contrario. Decía: “Contemplaba la divina voluntad como mi regla y a la santísima Virgen como a mi madre y protectora.”  Se cuidaba mucho de no ir a incomodar a nadie ni ofender a alguien por palabra o por obra. Cuando se daba cuenta de que algunos vivían en discordia no se daba reposo hasta alcanzar su reconciliación. Se servía para ello de todos los recursos que el espíritu de caridad le inspirara. Se esforzaba por hacer a cada uno todo el bien que le fuera posible. Todos los vecinos la amaban hasta el punto de que cuando, por la posesión, se vio en condición de no poderse ganar la vida, se comprometieron voluntariamente a sostenerla.

En el año 1641, Juan Eudes conoció a una señora de 51 años de edad, que sufría de quebrantos de salud. Era María: de ojos abrasados, de palabra entrecortada y extraña. ¿Cómo recuerda san Juan Eudes este acontecimiento?

Esto es lo que nos cuenta nuestro fundador al hacer memoria de la gracia que Dios le concedió al conocer a la “Santa de Coutances”:

“En agosto de 1641, recibí de Dios uno de los mayores beneficios que me haya otorgado su divina bondad. En ese tiempo tuve la dicha de empezar a conocer a la hermana María des Vallées. Por su medio la divina Majestad me ha hecho incontables favores, muy señaladas. Después de Dios, me siento agradecido por este favor con la Virgen María, mi Señora digna de todo honor y mi muy querida Madre. Jamás podrá manifestarle cumplida gratitud. Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres, y bendito sea el fruto de tu vientre, Jesús. Amén.”

            La verdadera devoción, decía un día la hermana María, consiste en darse enteramente y de todo corazón a Dios para que haga en nosotros todo cuanto le plazca”. Es injusticia grande privar a Dios de la libertad que debe tener de disponer de su criatura en la forma según su beneplácito. Nos dio la libertad para hacer lo que queramos. ¿No es razonable también que él tenga libertad entera y absoluta de hacer de nosotros lo que quiere? Quienes le sirven para que les dé su paraíso, o para que los libre del infierno o les dé gracias y consolaciones le quitan esa libertad. Por eso la perfecta devoción consiste en hacer y sufrir todo lo que pide de nosotros, muy gustosamente, y por amor de él sin consideración ni de paraíso, ni de infierno, ni de ninguna otra cosa, contentándonos con serle agradables, con entrega y abandono total a su divina voluntad, a fin de que luego de haber hecho, mediante su gracia, todo lo que hayamos podido en su servicio, él nos envíe a la nada, si así le place, o incluso al infierno así estuviéramos allí sin pecado.

En unas pocas palabras, la verdadera devoción consiste en renunciar enteramente a nuestra voluntad y a nuestra libertad para darla a Dios; a ejemplo de esta humilde mujer que encontró su amor entero en Dios, ella por su intercesión nos ayude a descubrir la grandeza de la divina voluntad, que nos invita a renunciar completamente a las apetencias humanas y adherirnos fielmente a nuestro creador. Amen 

Lupe Brochero

Secretariado de Pastoral Misionero 

5 comentarios en “Conoce a María des Vallées, la amiga de san Juan Eudes”

  1. Agradecemos a la misionera Lupe Brochero por este magnífico artículo sobre una de las grandes influencias en la vida de san Juan Eudes. Que Dios la bendiga.

    1. Yuseli Efigenia Araque de Mendoza

      Excelente Lupe. Muchas gracias por este artículo tan educativo de gran importancia para todos. Bendito sea Dios por lo que hace en ti

  2. La oración llega más allá de nuestra comprensión, lo importante de estar comprometido con el Señor. La Fe, no requiere de conocimiento, ni de pruebas, solo confianza absoluta.

  3. Muy buen mensaje nos ofrece esta noble y santa mujer que se dejó impregnar por Cristo haciendo eco de nuestra espiritualidad. Me llama la atención las coincidencias con nuestro fundador:
    1) Su amor entero primeramente a Dios
    2) Su amor y su singular devoción a la Madre de Dios,
    3) Su total entrega y abandono a la Divina Voluntad,
    Que por su intercesión nos ayude a “desear y hacer en todo la santa voluntad» y
    nos de siempre «el medio y la gracia de hacerla»
    Lupita sigue escribiendo!

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